Todos los que vivieron el terremoto del 19 de septiembre de 1985 en el Distrito Federal sabrán bien de los daños que puede provocar un movimiento telúrico de gran magnitud.El temblor de 8.2 grados en escala de Richter de aquel fatídico jueves, seguido de una intensa réplica de 7.3 grados al siguiente día, provocó la caída de cientos de edificios en la capital del país.Jorge Flores Valdés, investigador emérito del IFUNAM dedicado desde hace más de 25 años al estudio de los sismos, vivió el suceso como ciudadano y también como científico.“Cayeron casi 500 edificios, la mayoría entre 7 y 12 pisos de altura y construidos de manera similar. Pero lo más interesante es que todos los edificios que se colapsaron, sin excepción, estaban construidos sobre lo que era el antiguo lago de Tenochtitlan”, explica.Y continúa: “En las partes de montañas que rodean al lago o de terrenos más o menos duros no se cayó nada. Casi ni se rompieron los vidrios”.Después del sismo del 85 vinieron muchos más, aunque no tan intensos. Y todos, hasta el más reciente, han seguido el mismo patrón, es decir, tienen mayor impacto en la zona centro de la ciudad de México que en el resto del Valle.“En las zonas de Polanco o Chapultepec hay muchos edificios igual de bien o mal construidos, idénticos a los de la zona del Lago, y sin embargo, ahí no pasa nada. A mi modo de ver -explica el emérito- hay una cosa que no se puede rebatir: aquí hubo una resonancia”.La onda atrapadaDespués de la réplica de aquel viernes 20 de septiembre de 1985, Jorge Flores se topó por casualidad con la portada de un periódico en la que aparecía un mapa de los daños del terremoto con todos los edificios caídos señalados con pequeños puntos rojos.
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